sábado, 5 de mayo de 2012

Girasoles

El sol empieza a calentarme el alma y la piel después de un invierno demasiado frío para mi gusto. Hace unas semanas que empecé a germinar y por fin he podido salir de esa tierra a la que me atan mis pequeñas raíces y me he transformado en una pequeña planta con unas ganas vivas de hacer cosas, de sentir ese sol, de notar el aire en mi piel y de dejarme ver sin miedo. Pasé una larga temporada siendo una semilla, una pequeña pipa encerrada en ella misma. No sabia que me iba a pasar. Sentía miedo, angustia, ganas de oscuridad y de no ser. Y me sentía, a la vez, cómoda y segura en ese encierro ya que en mi amable y cómoda cáscara no podía pasarme nada malo. En esta cascara gris podía dormir y llorar mi soledad sin dar explicaciones a nadie. Pero un día note un calorcito en mi interior, una luz naranja. Esta sensación me dio ganas de moverme, de estirarme, de expandirme, de alargar mis brazos hasta el infinito. Pero tenía más miedo aún: ¡estaba tan cómoda en mi cáscara!. Y en ese momento noté humedad, eran las lágrimas de las nubes que lloraban porque no podían ver mi belleza. Entonces la humedad ablandó mi dura protección y pude estirarme, y estirarme y crecer en dirección a esa luz que tanta vida me daba. Hoy aún soy pequeña y frágil pero suficientemente fuerte como para transformarme de semilla en girasol, suficientemente valiente para no temer a los pájaros que volaban sobre mi con intención de alimentarse. Soy un girasol pequeño, con ganas de sol, agua y abono. Se que voy a crecer porque mi jardinera me trata bien, me da cariño todos los días y me mira esperanzada esperando que mi colorido adorne su jardín.

2 comentarios:

Mayte dijo...

Enhorabuena Marisol, no sabes la ilusión que me hace leer ésto. Muchos besotes y a estirar la cabeza en busca de ese sol precioso que está fuera.

Marisol dijo...

Gracias Mayte!! A ver si me pongo morena!

Seguidores